Gerhard Merz
Alemania, 1947
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El objetivo manifiesto de la obra de Gerhard Merz es encontrar aquello que pueda «objetivarse». Las raíces de su trabajo parten del formalismo propio del arte moderno, especialmente de discursos y obras como los de Piet Mondrian, Ad Reinhardt, Barnett Newman, Mies van der Rohe o Casímir Malévich. No es extraño, pues, que la intervención que realizó para el Pabellón Alemán de la Bienal de Venecia de 1997 tuviera vínculos directos con este artista ruso, ya que ambos conciben la creación del diálogo con el espectador como una crítica de la estética del arte moderno. El mismo arte moderno es, en buena medida, el interés principal del artista alemán.
La obra de Merz, con su puesta en escena de espacio, color, forma, imagen y texto, evoca una atmósfera de memoria histórica y personal, buscando insinuar la fractura existente entre las formas de la historia y el presente. Merz parece desvelar las figuras de una memoria cultural (modernidad) para que el espectador se encuentre ante la tesitura de tener que negociar con ellas. En este sentido, el trabajo de Merz corre paralelo al de toda una generación de artistas europeos y americanos que en los años ochenta asumieron un compromiso crítico con la modernidad constructivista y formalista, surgido en parte como argumento de rechazo de las teorías posmodernas, centradas en el presente. Sobre su estética, considerada «fría» y de gran condensación conceptual, el artista comenta su desinterés por un arte espectacular, y añade: «El arte es construir con la cabeza fría».
Jorge Luís Marzo