Xavier Veilhan
Francia, 1963
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Xavier Veilhan (Lyon, Francia, 1963) estudió en la École nationale supérieure des Arts Décoratifs de París, y completó su formación en la Hochschule der Künste de Berlín, donde fue discípulo de Georg Baselitz, y en el Institut des hautes études en arts plastiques de la capital francesa. En los inicios de su carrera se interesó por el punk y ha realizado diversas colaboraciones con músicos, como el grupo AIR o Sébastien Tellier. Comenzó a destacar en la escena internacional –es probablemente el artista francés más conocido de su generación– en la segunda mitad de los noventa, cuando presentó sus grandes fotografías tratadas digitalmente, con una iconografía muy particular y con aspecto pictórico. En esas imágenes creaba los escenarios y, de manera muy relevante, el vestuario, que en algunas obras recuerda a figurines para teatro diseñados por los artistas de las vanguardias. El resultado era un collage de fragmentos recompuestos para sugerir una narrativa extraña, con alusiones a un pasado histórico o con elementos de una fantasía universal. La escultura ha ido cobrando protagonismo en su trabajo, una tendencia que culminó en la presentación de sus obras en 2009 en el palacio de Versalles con gran resonancia internacional. Una de las características más marcadas de su trabajo es su refinamiento tecnológico, junto a la cuidadosa adecuación de los materiales y las formas a cada uno de sus proyectos. Han ganado también presencia las instalaciones, a veces tan espectaculares como la que hizo en 2004 en el Centre Pompidou, o de gran sutileza, como la diseñada para La Conservera (Murcia) en 2012. El procesamiento digital de imágenes y volúmenes va de la mano de una simplificación de las formas: en la serie «Light Machines», que ideó para el Espai 13 de la Fundació Joan Miró, creó unas «pantallas» realizadas con 1.024 bombillas que traducían mediante la intensidad de la luz emitida los claroscuros de una breve filmación. El vídeo había sido previamente sometido a una disminución de la resolución hasta conseguir reducirlo a otros tantos 1.024 píxeles, que se correspondían con cada una de las bombillas. «La combinación de la electricidad y la estética digital –ha afirmado Veilhan¬– produce una película fantasmática que bordea la abstracción. La imagen se repite infinitamente, de manera que posee la cualidad hipnótica de una llama.»
Elena Vozmediano