Beatriz Milhazes
Brasil, 1960
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El modo de trabajar de la artista arranca con un motivo en algún lugar del lienzo, que va creciendo y sobre el que se van sobreponiendo otros motivos, siempre diferentes pero igualmente coloristas y sencillos, a modo de celdas que se van incorporando y ocupando poco a poco el espacio de la pintura. El sistema es similar al del collage, compuesto por partes que se van sumando y posteriormente se completan, como en la realización de un puzle personal y multicolor. Con el tiempo, la artista va sustituyendo los patrones geométricos originales por formas de tipo más orgánico, lo que da lugar a unos lienzos plagados de elementos visuales de poderosa intensidad. Bajo las aparentes referencias pop, primitivas y folclóricas que observamos en su obra, que evocan pautas cercanas a lo decorativo, Milhazes sitúa el origen de su trabajo en una serie de sentimientos personales como la claustrofobia y la ansiedad, en unos pensamientos laberínticos de los que se libera mediante la pintura y que le llevan a plantear su trabajo como lo conocemos. Y siempre estará el color, que Milhazes define como motor de arranque y final en la pintura y que, en el transcurso de su recorrido artístico, ha ido utilizando cada vez con mayor libertad. Su trabajo, siempre delicado y a la vez poderoso en el resultado, está marcado por la calidad pictórica, el misterio y la fuerza de los colores. Colores, formas y símbolos, características habituales en su pintura, están representados con todo su esplendor en O Diamante. La obra es del año 2002, momento emblemático y de cambio importante para la artista en el que la internacionalización de su trabajo alcanza su máximo nivel.
Virginia Torrente