María Gómez
España, 1953
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María Gómez comienza a exponer regularmente de manera individual a partir de 1983, dentro de un estilo marcado por una figuración de orden expresionista. Con una paleta cromática austera, intencionadamente limitada a las gamas de ocres, grises, pardos, verdes y amarillos, su trabajo se desarrolla en series donde el paisaje es el gran protagonista, y la figura humana no existe o aparece puntualmente, en actitud reflexiva, todo ello con un marcado cariz romántico. En el caso de Paisaje con obrero y Paisaje, la inclusión en el primer cuadro de un operario como protagonista en primer plano, con un fondo de una carretera y un coche con los faros encendidos, nos acerca fugazmente al momento contemporáneo, pero sin que exista ni la más mínima carga de realismo en la representación. Gómez continúa la tradición formal posromántica en la que toda su obra se inscribe, y de la que no se desvía salvo en el soporte, con incursiones ocasionales en la escultura, siempre de bulto redondo y dentro de los cánones más clásicos. Una sobriedad intencionada acentúa la idea de soledad que inunda toda su obra, cargada de misticismo austero. Sus naturalezas imprecisas en tiempo y lugar, bañadas de una luz crepuscular o directamente oscura, brumosa, nos hablan del paisaje interior de la artista, que si bien ha sido comparado alguna vez con el romanticismo alemán, bajo su mano retoma una austeridad castellana a la vez que metafísica.
Virginia Torrente